miércoles, 14 de mayo de 2014

Cojo un proyecto singular vinculado a la cultura, lo tiro por el retrete...

"y ya son 820 proyectos singulares vinculados a la cultura 
los que el retrete se ha tragadooooo..."



Que dice el alcalde que le va a encargar al arquitecto holandés al que Rosa Aguilar le encargó el Palacio del Sur -ese que nunca se hizo ni se hará porque el proyecto, como todos sabemos, se trasladó al Parque Joyero- un nuevo edificio mastodóntico para colocarlo en el solar de Miraflores en el que en un principio se iba a ubicar el citado Palacio del Sur. Y que el edificio ese pretende ser un Guggenheim a la cordobesa. Vaya traca. Un proyecto cultural potente y singular. Un contenedor cultural que hará de Córdoba una ciudad cosmopolita y universal. Yo ya estoy sintiendo cómo sube la adrenalina, ¿y vosotros? Si algo he aprendido sobre cómo funcionan las políticas culturales en Córdoba -y en Andalucía y en España, ¡quién sabe si en el mundo!- es que el concepto "contenedor cultural", cuando este es mencionado por nuestros representantes electos, se traduce como proyecto vacío sin ninguna esperanza de prosperidad sobre el que no tenemos interés alguno más allá de marcarnos un tanto de cara a las elecciones dejando una huella de nuestra gestión lo más grande y moderna posible, como el perro que se mea en una esquina para marcar territorio o, si lo queréis más elegante, como el astronauta que llega a la Luna y pincha allí su banderita. 

Dice Nieto que para que Córdoba tenga el futuro que merece hacen falta equipamientos, pero si algo tenemos precisamente son equipamientos -de cuestionable gestión. Está el zombificado C4 de la Junta, el eternamente casi terminado Centro de Arte Rafael Botí de la Diputación, el abandonado museo de Bellas Artes -titularidad estatal y gestión del gobierno autonómico- y en fin... Que la idea de tener un Guggenheim en cada aldea es jugosa, claro. Pero ¿alguien se cree que un proyecto así pueda salir a flote cuando existen ya de hecho un puñado de proyectos estancados desde el momento de su impulso? Es que no cuela, amigos consistoriales. Dice también que a él le preocupa más el contenido que el continente, pero quién lo diría, teniendo en cuenta que al anuncio de sus negociaciones con Koolhaas (ese arquitecto holandés errante) no le han seguido (de momento) unas declaraciones en las que explicara qué clase de proyecto cultural pretende insertar en ese mágico contenedor de, seguramente, brillante fachada y aspecto galáctico. Vamos, que a lo mejor estoy siendo demasiado escéptica y el alcalde y su equipo tienen en mente una idea rompedora con la que subvertirán el modus vivendi de los cordobeses marcando un antes y un después en nuestra imagen y presencia internacional.

Miraflores 2026

Con este inoculado escepticismo por bandera, si cierro los ojos y proyecto hacia un futuro cercano mi visión de la ciudad puedo ver con cierta nitidez el desierto posapocalíptico en el que habrán convertido Miraflores entre unos y otros. Ríete tú de las ruinas de Medina Azahara. Un contenedor cultural derruido por aquí, otro a medio construir por allá. Una valla metálica roída y, en el solar al que protegía, un joven artista local calentándose la heroína en una cucharilla mientras repite balanceándose: ¡Córdoba es cultura, Córdoba es cultura! 

Mirándolo por el lado positivo, quizás esto atraiga a un nuevo turismo de la distopía. Viajes de ida y vuelta se publicitarán en carteles que colgarán de farolas y marquesinas.

"Domingo 24: Excursión a la capital de la cultura zombie. Preguntar por Marina"

viernes, 25 de abril de 2014

Espacio Andaluz de Procrastinación Contemporánea.

El sujeto en cuestión.

Lo admito: me da una pereza brutal escribir sobre las desventuras del Espacio Andaluz de Creación Contemporánea, antes Centro Cordobés de Creación Contemporánea, C4 para los amigos. Porque escribir sobre él supone retrotraerse diez años atrás. Rastrear hemeroteca buscando -y encontrando sin mucho esfuerzo- declaraciones jugosas, promesas vanas, contradicciones, odas al absurdo. Y aunque yo me río mucho de todo, debajo de esa coraza de ironía y mala leche hay una criatura que siente y padece y sufre ante los temas que dan lástima. Y este en concreto da lástima. Mucha. 

Los últimos titulares de la prensa local sobre el tema no distan demasiado de los de hace unos años. "El C4 sigue sin definición X años después del fin de las obras", "artistas cordobeses denuncian la dejadez de los responsables que en su día anunciaron a bombo y platillo que lo íbamos a petar muchísimo con esta historia tan moderna". Porque resulta que desde 2012 el cambio más significativo que se ha anunciado en cuanto al C4 ha sido el de su nombre. Una putada para los periodistas, porque era más fácil meter "C4" en un titular que esa larga e irresumible nueva denominación que se le adjudicó.

Recapitulemos: la idea vino de la mano de la Junta de Andalucía. Corría el año 2004 y Córdoba era una ilusionada aspirante a Capital Europea de la Cultura. "Espera, espera, que esta historia ya la he escuchado yo", me diréis. Pues claro: el interés político en empapar la ciudad de cultura modernita caducó en junio 2011, cuando el sueño de la Capitalidad se partió en pedacitos al estrellarse estrepitosamente contra el suelo. En la recta final de la construcción del edificio, el entonces consejero de Cultura de la Junta, Paulino Plata, visitó las instalaciones para echar un vistazo, comprobar que todo fuera bien, cambiarle el nombre a la bestia y de paso hacerse una foto con los arquitectos y un casco muy chulo en la cabeza.

Por aquel entonces, como es lógico, con un edificio de 12.200 metros cuadrados a punto de terminarse de levantar, ya se preguntaban algunos qué mierda iban a hacer dentro. Y el consejero, tan tajante como absurdo, adelantó lo que no iba a albergar el C4: colecciones permanentes. Pues vale. A menos de 200 kilómetros de Córdoba, en la Cartuja de Sevilla, tenemos un pedazo de centro de arte contemporáneo que ya hace lo que puede con el presupuesto que tiene. Para qué queremos otro aquí. Lo que en realidad queríamos saber, señor consejero, es en qué va a consistir esto que ustedes nos han plantado en Miraflores. Pues en 2012, su sucesor, Luciano Alonso, seguía sin tenerlo muy claro y admitía que la Junta estaba trabajando "en la definición de los contenidos y los contextos", así, tan difuso como suena. 

Sucede que en 2013 a la Consejería de Cultura le surgió un nuevo problema: el entorno, los accesos, la zona que rodea al centro, permanecía totalmente salvaje. Esta parcela de terreno no era suya, sino del Ayuntamiento de Córdoba, que planeaba ejecutar su adecuación junto a la del centro de congresos en un proyecto que en un inicio lo situaba en la misma parcela que el C4. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces, y el proyecto del centro de congresos del Ayuntamiento acabó trasladándose al Parque Joyero, por lo que la parcela dejó de ser de interés para el gobierno municipal. Tal vez el Consistorio entendió que aquella zona era ya terreno socialista -o algo así-, tierra quemada, una conquista perdida, y desechó de sus planes acometer el arreglo que los papeles decían que tenía que hacer. Total, una historia de enredo. Al final acabó por cederle el terreno a la Junta para que la Junta pudiera por fin hacer lo que tuviera que hacer con un edificio que, si tuvieran sentimientos los edificios, se sentiría un edificio bastante desgraciado. Así, el Ayuntamiento se lavó las manos y embarcó la pelota del C4 en el tejado de la Junta: una sabia decisión, desde luego. Y la pelota ahí sigue, sufriendo los calores estivales, las lluvias otoñales, la escarcha del invierno y a punto de conocer el colorido mayo cordobés.

Da la impresión de que Luciano Alonso no sabe qué mierda hacer con ese pedazo de mole de hormigón que se yergue casi a la orilla del Guadalquivir, cerquita de la Calahorra, ese tan moderno con agujeritos raros en la fachada. En su lista de asuntos pendientes debe de tener apuntado, entre otras cosas, podar los jaramagos que le han crecido al entorno, urbanizar dicho entorno (pavimentarlo y poner arbolitos, ¿no? yo qué sé), nombrar a un director (mediante concurso público, si no desea ser lapidado) y darle un maldito rumbo a lo que sea que tenga en mente si es que tiene algo. En enero, Alonso mostró su esperanza en que el C4 pueda ser una realidad a final de año. ¿Verán los hijos de mis nietos el C4 funcionando? Desgraciadamente no viviré para saberlo.

Desde mi punto de vista, la cuestión no es ya si Córdoba necesita por encima de cualquier otra cosa un centro de arte contemporáneo -se definan sus usos como se definan- o no. El asunto es que toda esta dramática historia no hace más que poner de relevancia el uso electoralista de los proyectos culturales, que para muchos políticos -no me digáis que todos, por favor- suponen únicamente una medalla que colgarse en la chaqueta. Que en abril de 2014 aún no estén definidos "los usos" de un proyecto que se ideó en 2004 y que parió un edificio que empezó a construirse en 2008 y que actualmente solo sirve para que vivan las ratas es cuanto menos esperpéntico.

¿Entendéis mi pereza?


miércoles, 9 de abril de 2014

#Ranciofacts: Vivir en Córdoba


El dibujante Pedro Vera publica en El Jueves semanalmente su dosis de ranciofacts ("expresiones revenidas, tópicos manidos ad nauseam, frases automáticas"). Digamos que lo rancio es como el postureo pero con caspa. Para que nos entendamos: si probar el sushi del Mercado Victoria es #postureo, comerse un perrito en el Lucas es #ranciofact. La ranciedad campa a sus anchas, también en nuestro querido Califato (#ranciofact) y por eso esta humilde speaker (#ranciofact) ha querido hacer su aportación a la enciclopedia Espasa de lo rancio aplicando el concepto pedroveriense a algunas escenas de nuestra cotidianidad. Desde el respeto, desde el amor, desde todas esas cosas buenas que hay que llevar siempre por bandera, por si las moscas. 


CÓRDOBA EN MAYO

Ah, mayo. La buganvilla florece, el azahar adorna los naranjos de lunaritos blancos, la ciudad se viste de primavera y los cordobeses, orgullosos de serlo y dispuestos a demostrarlo, hacemos nuestro particular viacrucis por todas las barras, verbenas y botellones.


La cata de vino es como la casilla de salida y se coge con muchas ganas. De ahí en adelante, todo es beber. Te importa un carajo qué barrio ha ganado el concurso popular de cruces de la categoría de zonas modernas y no pisas un patio ni por equivocación -a no ser que vengan tus amigos forasteros de visita, entonces hay que hacer gala del patrimonio. A la feria no entras hasta que no te has bebido tu botellón y las sobras del que tenías al lado. No te culpo, no hay manera humana de aguantar la feria sobrio.


VACILAR DE LOS GRANDES NOMBRES

Mala cosa, porque Córdoba no es solo la gran señora de Séneca y Almanzor.


Oye, poca broma: el Aserejé te lo sabes de principio a fin coreografía incluida, pero de Averroes solo recuerdas que llevaba un gorrito raro. No pasa nada: mientras no aparezca un delegado de cultura integrista católico que decida eliminar los nombres blasfemos de calles y edificios públicos, su memoria está (casi) a salvo.


CRISOL DE CULTURAS 

Tan orgullosos estamos de nuestra identidad multicultural que este debate copa todas las conversaciones en reuniones y eventos sociales.


No, en serio. Es un recurso fácil para la defensa de un legado histórico del que en realidad no tenemos demasiada idea. Marketing puro. Nos lo cuentan en el cole y lo repetimos como loros. 


EL SONETO A CÓRDOBA

Muy rancio sabérselo de memoria. Más aún recitarlo con la lagrimilla saltada y dándose golpecitos en el pecho.




EL CÍRCULO DE LA AMISTAD, EN SÍ

En esta imagen tomada de Google Maps se puede observar el tufo a Varón Dandy que procede del interior de tan solemne edificio.



LAS VERDADES UNIVERSALES

Hay pocas cosas más rancias que decir:


Bueno, que si se ha repetido generación tras generación, será verdad. Yo he oído que es el bar que más cerveza tira, que el barril se cambia cada dos por tres y que es eso explica que tenga un sabor diferente. Pero no hay que olvidar el componente psicológico, el poder que tiene un juicio de valor interiorizado como verdad absoluta. La mejor cerveza, la del Correo y punto.


DEFENSA ACÉRRIMA DEL PATRIMONIO GASTRONÓMICO

Amamos lo nuestro y estamos dispuestos a luchar hasta la muerte por salvarlo de los villanos usurpadores. Prueba de ello, el triunfo de Córdoba sobre Sevilla en la conocida como Batalla del Salmorejo en el verano de 2013 -bastante más sangrienta que la del Ebro pese a lo que puedan decir los libros. "Sevilla se rinde", ojo.


Ranciedades derivadas de esa eterna lucha Cordobismo-Sevillanía aparte, si de algo fardamos aquí es de ser patrones del salmorejo, el flamenquín, el rabo de toro y las berenjenas a la miel. Y de los pinchitos del Rafalete. Y de los durum de dudosa carne de ternera servidos en el Corkebab o el Al-Salimi, incluso.



EL BARULLO

Muy propio del cordobés de bien meterse en toda bulla que vea, aún sin saber muy bien de qué va el asunto y sin atenerse a las consecuencias. Como dice el refrán, la curiosidad mató al gato, y hay leyendas que hablan de cordobeses que fallecieron en el barullo de la Noche Blanca del Flamenco al meterse para dar una putivuelta y no lograr salir. 


Además, que es peligroso porque a esa noche no se la llama blanca solo porque los conciertos sean gratuitos. No sé si se me entiende.


Bonus track:

RANCIO, RANCIO


Cada vez que un cuñao le cuenta a un forastero las tres grandes contradicciones de Córdoba, muere un lince en Montoro. La próxima vez, te lo piensas.


#Ranciofacts son también hacerse una foto sujetando un pañuelo en la Calle del Pañuelo, llevar camisetas de Córdoba 2016 y defender como si te fuera la vida en ello el queso de Zuheros, el anís de Rute o el aceite de Baena sin haber pasado por la provincia ni para saludar. Y #ranciofacts de peso son el obispo, sus esbirros y la Agrupación de Hermandades y Cofradías. Pero bueno. Había que seleccionar.


jueves, 3 de abril de 2014

Miedo y asco en las cifras de desempleo o Esto con los Califas no pasaba


El gabinete de prensa de Abderramán III
ha difundido esta nota ilustrada.


Lees que Córdoba es medalla de plata en España en cuanto a subida del paro y te quedas tal cual. No se te quitan las ganas de comer. No te sorprende. Incluso te hace gracia pero eh, poca broma. Se despide el mes de marzo con noventa y seis mil ochocientos nueve demandantes de empleo. Cuarenta y seis mil setecientos treinta y dos en la capital. Ni son todos los que están -joyita de la corona de mi ciudad el empleo sumergido, los abusos, la avaricia, el engaño- ni están todos los que son -falta el que se olvidó de renovar, el que todavía no se ha apuntado porque para qué.

Córdoba sangra y, con ella, me apetece a mí hacerme sangre, sacudirme la anestesia. Por los brillantes amigos periodistas que tengo, dando el callo en un medio de comunicación sin cobrar o bajo un contrato de becario-precario que no les cubre ni el transporte. Es el trabajo para el que han nacido y sarna con gusto no pica, todavía sobrevuela sus (nuestras) inocentes cabecitas la esperanza de meter cabeza, cubrir bajas, estar en el sitio indicado en el momento justo. Hacerme sangre también por los que optaron por la pastilla roja y salieron de aquí huyendo -Francia, Reino Unido, Alemania, Bélgica, Corea, América Latina, ahora mismo podría dar la vuelta al mundo visitando a amigos. Algunos volverán cuando todo haya estallado y sea el momento de renacer. Otros conformarán una generación nueva de exiliados por una guerra que no es suya y de la que tal vez hablen los libros de texto dentro de algunos años. Por los que, anulados, hundidos, conviviendo aún con unos padres que no saben ya qué mierda hacer por ellos, se agarran a un presente que bien parecen unas vacaciones de verano eternas. Ay, con lo largas y hastiantes que resultan de por sí las vacaciones de verano. Sangre por las ayudas de apenas 400 euros que mantienen a familias enteras, por los pensionistas que remolcan a sus hijos y a sus nietos, por los que fueron estrangulados por la mentira y la corrupción y a eso se le llamó suicidio, todas las historias angustiantes que ya habrás escuchado en el Diario de la crisis del Hoy por hoy. Y por mí, qué cojones. Que, dando palos de ciego, me aferro al tonto consuelo del mal de muchos y todavía no sé de qué me sirve una carrera, un máster, un blog, un estamos muy contentos con tu trabajo al finalizar unas prácticas. 

Vomitado todo esto, trataré de regresar al vituperio -a veces, hasta de eso se le quitan a una las ganas. Córdoba no solo sangra cuando el Gobierno difunde las cifras de desempleo: si pones la oreja en cualquier conversación de cualquier panadería, barra, autobús, podrías llegar a la conclusión de que absolutamente nada marcha bien, y vaya bajona. Siendo consciente del gravísimo caso de #postureocordobés que supone aludir a la época gloriosa que nos supuso el siglo X, hay que decir que esto con los Califas no pasaba. Si Abderramán III levantara la cabeza habría mandado sicarios a cada uno de los individuos que han tenido la osadía de poner sus sucias manos sobre esta ciudad en las últimas décadas. Al Ayuntamiento, a la Junta, a la Subdelegación del Gobierno y al Obispado, mínimo. A algún que otro empresario también.

Por permanecer impasibles ante el deterioro de su brillante emirato independiente, seña de identidad del esplendor de la época califal, ahora subcampeona del país en sororidad.

Por el desprecio sistemático a la cultura que él tanto se esforzó en impulsar. Joder, que el centro de interpretación de su otrora gloriosa ciudad palatina tiene goteras, GOTERAS. Vaya falta de respeto. La Wikipedia dice que dotó a la ciudad de hasta setenta bibliotecas. Ahora hay alguna que otra, sí. Pero algunos aún tenemos clavado en el pechito el dolor que supuso el derribo de la preciosa rosaleda del Parque de los Patos sobre la que se iba a construir una biblioteca más preciosa todavía de la cual ya nadie escucha hablar y sobre la que han crecido, en sustitución, preciosísimos jaramagos. La flor del abandono.

Por la que habéis liado con la Mezquita, canallas. 

Y por no saber ni corromperos -como los Smash- por el palo de la belleza, que más quisiera vuestro Colecor alcanzar el nivel de las intrigas palaciegas de Medina Azahara. Cutres.



Nota extra de motivación para no venirnos demasiado abajo: Por si sirve de consuelo, no es Córdoba, es Andalucía, o España, o el mundo enfermo y triste, qué más da. Ayer en el programa ese de Alaska y Coronas aparecía una señora -psicóloga, o algo, con cierto rollo Bucay- explicando que la mente humana puede funcionar como una linterna en la oscuridad proyectando luz hacia un punto concreto*. Tener 23 años en Córdoba en 2014 es un asco pero eh, como en la canción de Sabina, tenemos más de mil motivos para no cortarnos de un tajo las venas. Proyecto mi luz, por ejemplo, hacia unas cañas a mediodía en la Corredera con mis amigos. Ellos saben igual que yo lo que es tener 23 años en Córdoba en 2014. Esta sintonía total nos permite despellejar a gusto. Concluir que la situación es dramática. Y que saldremos del fango, aún sin saber todavía en qué dirección.

*Esto no es un post de autoayuda. Los psicólogos tienen que comer. Tengo amigas psicólogas si os hace falta. Están en el paro, por supuesto.

lunes, 24 de marzo de 2014

No es un pájaro, es un avión


Hoy me sobrevino un ataque de nostalgia al recordar los días del verano de 2011 en los que, estando yo currando de becaria en un periódico local, me llegaba al correo cada noche la agenda de actos y temas que a cada periodista se nos asignaba cubrir al día siguiente. A uno de mis compañeros le fue encomendada una divertida misión que duró semanas y que se resumía en lo siguiente: "El avión cultural sigue varado en la orilla del Guadalquivir, cogiendo polvo y muerto de asco. Preguntar en el Ayuntamiento qué piensan hacer con él".



En marzo se han cumplido tres añitos desde que nuestro querido avión cultural fuera transportado del aeropuerto de Córdoba hasta su actual ubicación, la colina del parque de Miraflores junto al río. ¡Tres macrobotellones de feria ha sobrevivido ya, la criatura! Nuestro amigo pasó de ser un enorme aeroplano DC7 abandonado en las pistas de un aeropuerto desértico a convertirse en un enorme aeroplano DC7 abandonado en una colina de hierba pero ¡eh! con una enorme serigrafía tatuada en su lomo en la que aún puede leerse un canto a favor del que en esa época era todavía el sueño de (casi) toda una ciudad: CÓRDOBA 2016. Capital Europea de la Cultura. Por aquel entonces (y hasta mayo de ese mismo año) regentaba la alcaldía don Andrés Ocaña, sustituto accidental de La Innombrable. El traslado del avión de un sitio a otro fue un acontecimiento sin precedentes en la ciudad, un espectáculo digno de ver: se cortaron once calles y una caravana de camiones escoltados por coches clásicos y moteros se encargó de llevarlo pieza a pieza a su nuevo hogar. Todo ello en clave de capitalidad. Por aquel entonces, hasta los estornudos se hacían en clave de capitalidad.

El batacazo de la Capitalidad sucedió en junio. Hasta ese momento había cundido en la ciudad cierto desquicie en torno a la idea de convertir Córdoba en un referente cultural a nivel internacional, o algo así. Pero no en plan cristianos y moros, iglesias fernandinas y mezquitas; un referente de la cultura moderna hipster. Esa fiebre culturofílica se vino abajo en cuanto aquel señor del comité pronunció las palabras "Donostia San Sebastián" que aún reverberan en las cabecitas de muchos cordobeses. El pobre avión, que había sido llamado a convertirse en un contenedor cultural -terrible concepto- para artistas emergentes y nuevas tendencias creativas ligadas a la producción audiovisual, vio pasar los meses sin que nadie le hiciera demasiado caso, y aquellas promesas de moderneo del bueno a bordo de una aeronave se fueron por el sumidero de la Historia. 

Este avión ha sido como esa mentira para la que no has trabajado demasiado una coartada y, sin saber muy bien por dónde tirar, vas dando bandazos a uno y otro lado cada vez que te preguntan por ella, porque has metido demasiado el pie en el fango y ahora cuesta sacarlo. Es más: es la típica mentira torpe en la que te mete un colega cabronazo y de la que no sabes cómo salir. Por no dar declaraciones tan jugosas como "nos importa una mierda el avión, que fue una chorrada que se inventaron los parchosos de IU, y no tenemos planes para él pero ya que está ahí para qué quitarlo; porque además no tenemos un duro", los responsables políticos de turno han ido escurriendo el bulto a golpe de tautología. Hasta que en octubre de 2012, el Ayuntamiento -ahora con el PP de Nieto en cabeza- anunció que planeaba un proyecto "vanguardista y novedoso" adornado con multitud de expresiones modernas como "arquitectura semiefímera" y que acababa hablando, por fin, de cafeterías o de bares, en un lenguaje que ya iba entendiendo mucho mejor el pueblo llano. Así que el vanguardista proyecto modernocultural -promovido por la anterior corporación municipal, cabe repetir- derivaba en la cesión de nuestro querido avión a una empresa que se encargaría de convertirlo en un nuevo espacio cordobés para el postureo. Una coplilla muy made in Córdoba. El nuevo proyecto estaría finiquitado en tres años de los que ya casi se han cumplido dos, y nada más que decir, señoría.

Esa historia es la última de la que he escuchado hablar en relación al bicho de Miraflores, aunque puede que haya más proyectos en marcha o que este se encuentre más avanzado de lo que parece a simple vista. Tal vez haya duendes trabajando dentro del DC7 ajenos al barullo que montan las parejas que van a morrearse bajo el mismo. Si usted, noble lector, sabe algo del asunto, le pido fervientemente que me lo comunique.



No obstante, y sabiendo que es naturaleza de todo cordobés de bien y orden ser pesimista y exagerado, he querido romper una lanza a favor de la gestión del avión yanocultural que, si bien está siendo lenta en cuanto a su objetivo final, está a su vez siendo certera en la consecución de objetivos a corto plazo, pues el avión sí que está sirviendo, de hecho, para muchas cosas.

Aquí la lista de cosas para las que el avión está sirviendo:

1. Dar sombra

2. Desconcertar a turistas

3. Servir de tifo a los ultras del Córdoba CF


4. Permitir al Yoni escribir su nombre en una hélice


5. Recordarnos todos los días que perdimos la Capitalidad

Y por último pero no por ello menos importante,

6. Se ha convertido en un bucólico mirador desde el que atender al proceso de descomposición que sigue, sin prisa pero sin pausa, el vacuo Espacio Andaluz de Creación Contemporánea, antes Centro Cordobés de Creación Contemporánea (C4), situado en la orilla opuesta del río.

Es una bella metáfora en la que las dos instituciones que deberían velar por la buena salud de la vida cultural en la ciudad (al menos de los proyectos prometidos, los iniciados, los publicitados), la Junta de Andalucía -en el caso del C4- y los Ayuntamientos -en el caso del avión; el de Ocaña por jugar al cuento de la lechera y el de Nieto por no buscar soluciones-, se miran a los ojos como retándose, como diciendo "venga, campeones, a ver si podéis hacerlo peor que nosotros".

Ay, mi ciudad.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Desmontando a la cordosiesa. Una aproximación crítica


También llamada "cordobesa", "la tía esa", "pibonaco" y "morenaaa", dícese de la mujer oriunda de Córdoba ( principalmente de la capital ) que ante cualquier intento de comunicación exterior responde con una expresión de asco, repugnancia y desprecio. Sólo cambia el gesto (o lo tuerce aún más) si te conoce de correrías anteriores. La cordosiesa nace y se hace. 

La anterior cita procede de una fuente de autoridad contrastada como es la querida Frikipedia. A mí –Córdoba, 1990- me gusta sostener la teoría de que fue un individuo vulgar y plano el que acuñó el término “cordosiesa” tras ser rechazado el miércoles de feria por alguna oriunda de Córdoba a la que llevaba días intentando llevarse al huerto –quien dice huerto dice matorrales junto al río, asiento trasero del Seat o sofá de casa de sus padres mientras estos estaban de retiro espiritual en Torremolinos- y que la llegada al mundo de ese concepto (por llamarlo de alguna manera) fue celebrada por sus colegas con risas y jolgorio, lo que acabó desterrando de su corazoncito toda la pena del desengaño hasta hacerle sentirse el rey de la tarima, igual que ese cuñao patético al que se le ríen los chistes verdes. De alguna manera la bromita se convirtió en viral y trascendió fronteras haciendo a las cordosiesas tristemente famosas en todas las capitales de provincia de España. El origen debió de estar ahí, o en algún punto similar. Si no, no tiene lógica.

Este artículo, aliñado con grandes dosis de sarcasmo y sentido del humor –pese a la gravedad del asunto-, nace de la necesidad de defender a la mujer cordobesa de esta agresión verbal continua. Basándome en observaciones no ponderadas puedo declarar que a un 90% de las cordobesas nos han llamado cordosiesas alguna vez en su vida. A mí me lo han llamado muchas veces con sorna e ironía y solo dos o tres con dolor y malafollá. ¡A mí!, que soy simpatiquísima, risueña, pizpireta y un encanto de persona. Soy consciente de que mis paisanas viven felices en su querida tierra pese a la tiranía de payasos y engreídos, incluso hay algunas que celebran que se las conozca internacionalmente –gracias, Erasmus- por ser antipáticas, altivas, frígidas. A estas colaboracionistas, que serán compañeras de lucha aunque aún no lo sepan, solo puedo desearles que abran los ojos más temprano que tarde.

Desde  mi punto de vista y en base a lo que he vivido y observado, el uso del término cordosiesa como arma arrojadiza bien podría responder a la concepción machista de que una mujer que se precie debe reír las gracias a todo individuo masculino que la aborde, agradecer con ahínco la decisión de aquel que ha decidido que ella estaría mucho mejor interactuando con un desconocido que divirtiéndose con sus amigos en un bar, que es, a fin de cuentas, para lo que ha salido. ¿Radical? Bueno. Lo cierto es que lo de la cordosiesa es un mito carente de base, igual que es un mito eso de que en Córdoba viven las mujeres más bellas del mundo (recientemente un señor de la Federación de Peñas nos lanzaba un piropazo en una entrevista a Cordópolis, asegurando que las calles de nuestra ciudad sin sus mujeres serían como un patio sin flores. Gracias, caballero, por compararme con una maceta). Llamarnos cordosiesas es un mordisco de animal herido. Es el recurso del despechado.

Veamos algunos ejemplos.

Situación: Long Rock, altas horas de la madrugada. Elegimos el Long Rock por ser territorio neutral, en el que avanzada la noche se mezclan arrastraos y cordobitas que acuden atraídos por la gratuidad de la entrada y lo céntrico del antro –la leyenda cuenta que también hay algún que otro loco que acude buscando escuchar música. Fuensanta es una cordobesa promedio de 22 años, ni muy guapa ni muy fea, que ha salido con sus amigas para celebrar que es sábado. Mientras suena una de Queen, que solía ser una de las canciones favoritas de Fuensanta hasta que se cansó de escucharla en el Long Rock todos los fines de semana, la chica es abordada por un cordobés promedio (llamémosle Rafael).

Caso 1


Caso 2


Caso 3


*Las anteriores escenas son dramatizaciones exageradas que nos sirven para ilustrar ejemplos extraídos de la observación etnológica empírica. Sobra decir que los cordobeses no son buitres califales por definición. No obstante, seguro que tú también has tenido oportunidad de ver cosas similares. De todo hay en la viña del señor.



Si crees firmemente en la existencia de cordosiesas y tu experiencia con ellas te sirve para confirmar tu certeza, quizás deberías probar a salir de la ciudad. A lo mejor descubres que también existen cadisiesas, burgosiesas, madrisiesas, euskal-herrisiesas. O a lo mejor te das cuenta de que el problema no está en ellas sino en ti. Que eres un friki. Que lo que a Barney Stinson le funciona, no tiene por qué hacerlo contigo. Que eres muy pesado. Que no tienes demasiado estilo a la hora de ligar. O que no has dado aún con la correcta. Vaya. Teorías, las que quieras.

Aclaración para monguers: Esto no significa que no puedas acercarte a una tía en un bar. Solo significa que si ella pasa de ti no lo hace porque sea una cordosiesa, sino porque no le interesa hablar contigo. Puede pasar. Y está en su derecho. Aunque te cueste muchísimo creerlo, está en su derecho.