lunes, 24 de marzo de 2014

No es un pájaro, es un avión


Hoy me sobrevino un ataque de nostalgia al recordar los días del verano de 2011 en los que, estando yo currando de becaria en un periódico local, me llegaba al correo cada noche la agenda de actos y temas que a cada periodista se nos asignaba cubrir al día siguiente. A uno de mis compañeros le fue encomendada una divertida misión que duró semanas y que se resumía en lo siguiente: "El avión cultural sigue varado en la orilla del Guadalquivir, cogiendo polvo y muerto de asco. Preguntar en el Ayuntamiento qué piensan hacer con él".



En marzo se han cumplido tres añitos desde que nuestro querido avión cultural fuera transportado del aeropuerto de Córdoba hasta su actual ubicación, la colina del parque de Miraflores junto al río. ¡Tres macrobotellones de feria ha sobrevivido ya, la criatura! Nuestro amigo pasó de ser un enorme aeroplano DC7 abandonado en las pistas de un aeropuerto desértico a convertirse en un enorme aeroplano DC7 abandonado en una colina de hierba pero ¡eh! con una enorme serigrafía tatuada en su lomo en la que aún puede leerse un canto a favor del que en esa época era todavía el sueño de (casi) toda una ciudad: CÓRDOBA 2016. Capital Europea de la Cultura. Por aquel entonces (y hasta mayo de ese mismo año) regentaba la alcaldía don Andrés Ocaña, sustituto accidental de La Innombrable. El traslado del avión de un sitio a otro fue un acontecimiento sin precedentes en la ciudad, un espectáculo digno de ver: se cortaron once calles y una caravana de camiones escoltados por coches clásicos y moteros se encargó de llevarlo pieza a pieza a su nuevo hogar. Todo ello en clave de capitalidad. Por aquel entonces, hasta los estornudos se hacían en clave de capitalidad.

El batacazo de la Capitalidad sucedió en junio. Hasta ese momento había cundido en la ciudad cierto desquicie en torno a la idea de convertir Córdoba en un referente cultural a nivel internacional, o algo así. Pero no en plan cristianos y moros, iglesias fernandinas y mezquitas; un referente de la cultura moderna hipster. Esa fiebre culturofílica se vino abajo en cuanto aquel señor del comité pronunció las palabras "Donostia San Sebastián" que aún reverberan en las cabecitas de muchos cordobeses. El pobre avión, que había sido llamado a convertirse en un contenedor cultural -terrible concepto- para artistas emergentes y nuevas tendencias creativas ligadas a la producción audiovisual, vio pasar los meses sin que nadie le hiciera demasiado caso, y aquellas promesas de moderneo del bueno a bordo de una aeronave se fueron por el sumidero de la Historia. 

Este avión ha sido como esa mentira para la que no has trabajado demasiado una coartada y, sin saber muy bien por dónde tirar, vas dando bandazos a uno y otro lado cada vez que te preguntan por ella, porque has metido demasiado el pie en el fango y ahora cuesta sacarlo. Es más: es la típica mentira torpe en la que te mete un colega cabronazo y de la que no sabes cómo salir. Por no dar declaraciones tan jugosas como "nos importa una mierda el avión, que fue una chorrada que se inventaron los parchosos de IU, y no tenemos planes para él pero ya que está ahí para qué quitarlo; porque además no tenemos un duro", los responsables políticos de turno han ido escurriendo el bulto a golpe de tautología. Hasta que en octubre de 2012, el Ayuntamiento -ahora con el PP de Nieto en cabeza- anunció que planeaba un proyecto "vanguardista y novedoso" adornado con multitud de expresiones modernas como "arquitectura semiefímera" y que acababa hablando, por fin, de cafeterías o de bares, en un lenguaje que ya iba entendiendo mucho mejor el pueblo llano. Así que el vanguardista proyecto modernocultural -promovido por la anterior corporación municipal, cabe repetir- derivaba en la cesión de nuestro querido avión a una empresa que se encargaría de convertirlo en un nuevo espacio cordobés para el postureo. Una coplilla muy made in Córdoba. El nuevo proyecto estaría finiquitado en tres años de los que ya casi se han cumplido dos, y nada más que decir, señoría.

Esa historia es la última de la que he escuchado hablar en relación al bicho de Miraflores, aunque puede que haya más proyectos en marcha o que este se encuentre más avanzado de lo que parece a simple vista. Tal vez haya duendes trabajando dentro del DC7 ajenos al barullo que montan las parejas que van a morrearse bajo el mismo. Si usted, noble lector, sabe algo del asunto, le pido fervientemente que me lo comunique.



No obstante, y sabiendo que es naturaleza de todo cordobés de bien y orden ser pesimista y exagerado, he querido romper una lanza a favor de la gestión del avión yanocultural que, si bien está siendo lenta en cuanto a su objetivo final, está a su vez siendo certera en la consecución de objetivos a corto plazo, pues el avión sí que está sirviendo, de hecho, para muchas cosas.

Aquí la lista de cosas para las que el avión está sirviendo:

1. Dar sombra

2. Desconcertar a turistas

3. Servir de tifo a los ultras del Córdoba CF


4. Permitir al Yoni escribir su nombre en una hélice


5. Recordarnos todos los días que perdimos la Capitalidad

Y por último pero no por ello menos importante,

6. Se ha convertido en un bucólico mirador desde el que atender al proceso de descomposición que sigue, sin prisa pero sin pausa, el vacuo Espacio Andaluz de Creación Contemporánea, antes Centro Cordobés de Creación Contemporánea (C4), situado en la orilla opuesta del río.

Es una bella metáfora en la que las dos instituciones que deberían velar por la buena salud de la vida cultural en la ciudad (al menos de los proyectos prometidos, los iniciados, los publicitados), la Junta de Andalucía -en el caso del C4- y los Ayuntamientos -en el caso del avión; el de Ocaña por jugar al cuento de la lechera y el de Nieto por no buscar soluciones-, se miran a los ojos como retándose, como diciendo "venga, campeones, a ver si podéis hacerlo peor que nosotros".

Ay, mi ciudad.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Desmontando a la cordosiesa. Una aproximación crítica


También llamada "cordobesa", "la tía esa", "pibonaco" y "morenaaa", dícese de la mujer oriunda de Córdoba ( principalmente de la capital ) que ante cualquier intento de comunicación exterior responde con una expresión de asco, repugnancia y desprecio. Sólo cambia el gesto (o lo tuerce aún más) si te conoce de correrías anteriores. La cordosiesa nace y se hace. 

La anterior cita procede de una fuente de autoridad contrastada como es la querida Frikipedia. A mí –Córdoba, 1990- me gusta sostener la teoría de que fue un individuo vulgar y plano el que acuñó el término “cordosiesa” tras ser rechazado el miércoles de feria por alguna oriunda de Córdoba a la que llevaba días intentando llevarse al huerto –quien dice huerto dice matorrales junto al río, asiento trasero del Seat o sofá de casa de sus padres mientras estos estaban de retiro espiritual en Torremolinos- y que la llegada al mundo de ese concepto (por llamarlo de alguna manera) fue celebrada por sus colegas con risas y jolgorio, lo que acabó desterrando de su corazoncito toda la pena del desengaño hasta hacerle sentirse el rey de la tarima, igual que ese cuñao patético al que se le ríen los chistes verdes. De alguna manera la bromita se convirtió en viral y trascendió fronteras haciendo a las cordosiesas tristemente famosas en todas las capitales de provincia de España. El origen debió de estar ahí, o en algún punto similar. Si no, no tiene lógica.

Este artículo, aliñado con grandes dosis de sarcasmo y sentido del humor –pese a la gravedad del asunto-, nace de la necesidad de defender a la mujer cordobesa de esta agresión verbal continua. Basándome en observaciones no ponderadas puedo declarar que a un 90% de las cordobesas nos han llamado cordosiesas alguna vez en su vida. A mí me lo han llamado muchas veces con sorna e ironía y solo dos o tres con dolor y malafollá. ¡A mí!, que soy simpatiquísima, risueña, pizpireta y un encanto de persona. Soy consciente de que mis paisanas viven felices en su querida tierra pese a la tiranía de payasos y engreídos, incluso hay algunas que celebran que se las conozca internacionalmente –gracias, Erasmus- por ser antipáticas, altivas, frígidas. A estas colaboracionistas, que serán compañeras de lucha aunque aún no lo sepan, solo puedo desearles que abran los ojos más temprano que tarde.

Desde  mi punto de vista y en base a lo que he vivido y observado, el uso del término cordosiesa como arma arrojadiza bien podría responder a la concepción machista de que una mujer que se precie debe reír las gracias a todo individuo masculino que la aborde, agradecer con ahínco la decisión de aquel que ha decidido que ella estaría mucho mejor interactuando con un desconocido que divirtiéndose con sus amigos en un bar, que es, a fin de cuentas, para lo que ha salido. ¿Radical? Bueno. Lo cierto es que lo de la cordosiesa es un mito carente de base, igual que es un mito eso de que en Córdoba viven las mujeres más bellas del mundo (recientemente un señor de la Federación de Peñas nos lanzaba un piropazo en una entrevista a Cordópolis, asegurando que las calles de nuestra ciudad sin sus mujeres serían como un patio sin flores. Gracias, caballero, por compararme con una maceta). Llamarnos cordosiesas es un mordisco de animal herido. Es el recurso del despechado.

Veamos algunos ejemplos.

Situación: Long Rock, altas horas de la madrugada. Elegimos el Long Rock por ser territorio neutral, en el que avanzada la noche se mezclan arrastraos y cordobitas que acuden atraídos por la gratuidad de la entrada y lo céntrico del antro –la leyenda cuenta que también hay algún que otro loco que acude buscando escuchar música. Fuensanta es una cordobesa promedio de 22 años, ni muy guapa ni muy fea, que ha salido con sus amigas para celebrar que es sábado. Mientras suena una de Queen, que solía ser una de las canciones favoritas de Fuensanta hasta que se cansó de escucharla en el Long Rock todos los fines de semana, la chica es abordada por un cordobés promedio (llamémosle Rafael).

Caso 1


Caso 2


Caso 3


*Las anteriores escenas son dramatizaciones exageradas que nos sirven para ilustrar ejemplos extraídos de la observación etnológica empírica. Sobra decir que los cordobeses no son buitres califales por definición. No obstante, seguro que tú también has tenido oportunidad de ver cosas similares. De todo hay en la viña del señor.



Si crees firmemente en la existencia de cordosiesas y tu experiencia con ellas te sirve para confirmar tu certeza, quizás deberías probar a salir de la ciudad. A lo mejor descubres que también existen cadisiesas, burgosiesas, madrisiesas, euskal-herrisiesas. O a lo mejor te das cuenta de que el problema no está en ellas sino en ti. Que eres un friki. Que lo que a Barney Stinson le funciona, no tiene por qué hacerlo contigo. Que eres muy pesado. Que no tienes demasiado estilo a la hora de ligar. O que no has dado aún con la correcta. Vaya. Teorías, las que quieras.

Aclaración para monguers: Esto no significa que no puedas acercarte a una tía en un bar. Solo significa que si ella pasa de ti no lo hace porque sea una cordosiesa, sino porque no le interesa hablar contigo. Puede pasar. Y está en su derecho. Aunque te cueste muchísimo creerlo, está en su derecho.