Hoy me sobrevino un ataque de nostalgia al recordar los días del verano de 2011 en los que, estando yo currando de becaria en un periódico local, me llegaba al correo cada noche la agenda de actos y temas que a cada periodista se nos asignaba cubrir al día siguiente. A uno de mis compañeros le fue encomendada una divertida misión que duró semanas y que se resumía en lo siguiente: "El avión cultural sigue varado en la orilla del Guadalquivir, cogiendo polvo y muerto de asco. Preguntar en el Ayuntamiento qué piensan hacer con él".
En marzo se han cumplido tres añitos desde
que nuestro querido avión
cultural fuera transportado del aeropuerto de Córdoba hasta su
actual ubicación, la colina del parque de Miraflores junto al río. ¡Tres macrobotellones de feria ha sobrevivido ya, la criatura! Nuestro amigo pasó de
ser un enorme aeroplano DC7 abandonado en las pistas de un aeropuerto desértico
a convertirse en un enorme aeroplano DC7 abandonado en una colina de hierba
pero ¡eh! con una enorme serigrafía tatuada en su lomo en la que aún puede
leerse un canto a favor del que en esa época era todavía el sueño de (casi) toda
una ciudad: CÓRDOBA 2016.
Capital Europea de la Cultura. Por aquel entonces (y hasta mayo de ese
mismo año) regentaba la alcaldía don Andrés Ocaña, sustituto accidental de
La Innombrable. El traslado del avión de un sitio a otro fue un acontecimiento
sin precedentes en la ciudad, un espectáculo digno de ver: se cortaron once
calles y una caravana de camiones escoltados por coches
clásicos y moteros se encargó de llevarlo pieza a pieza a su nuevo hogar. Todo ello en
clave de capitalidad. Por aquel entonces, hasta los estornudos se hacían en
clave de capitalidad.
El batacazo de la Capitalidad sucedió en junio. Hasta ese momento había cundido en la ciudad cierto desquicie en torno a la idea de convertir Córdoba en un referente cultural a nivel internacional, o algo así. Pero no en plan cristianos y moros, iglesias fernandinas y mezquitas; un referente de la cultura moderna hipster. Esa fiebre culturofílica se vino abajo en cuanto aquel señor del comité pronunció las palabras "Donostia San Sebastián" que aún reverberan en las cabecitas de muchos cordobeses. El pobre avión, que había sido llamado a convertirse en un contenedor cultural -terrible concepto- para artistas emergentes y nuevas tendencias creativas ligadas a la producción audiovisual, vio pasar los meses sin que nadie le hiciera demasiado caso, y aquellas promesas de moderneo del bueno a bordo de una aeronave se fueron por el sumidero de la Historia.
El batacazo de la Capitalidad sucedió en junio. Hasta ese momento había cundido en la ciudad cierto desquicie en torno a la idea de convertir Córdoba en un referente cultural a nivel internacional, o algo así. Pero no en plan cristianos y moros, iglesias fernandinas y mezquitas; un referente de la cultura moderna hipster. Esa fiebre culturofílica se vino abajo en cuanto aquel señor del comité pronunció las palabras "Donostia San Sebastián" que aún reverberan en las cabecitas de muchos cordobeses. El pobre avión, que había sido llamado a convertirse en un contenedor cultural -terrible concepto- para artistas emergentes y nuevas tendencias creativas ligadas a la producción audiovisual, vio pasar los meses sin que nadie le hiciera demasiado caso, y aquellas promesas de moderneo del bueno a bordo de una aeronave se fueron por el sumidero de la Historia.
Este avión ha sido como esa mentira para la que no has trabajado demasiado una coartada y, sin saber muy bien por dónde tirar, vas dando bandazos a uno y otro lado cada vez que te preguntan por ella, porque has metido demasiado el pie en el fango y ahora cuesta sacarlo. Es más: es la típica mentira torpe en la que te mete un colega cabronazo y de la que no sabes cómo salir. Por no dar declaraciones tan jugosas como "nos importa una mierda el avión, que fue una chorrada que se inventaron los parchosos de IU, y no tenemos planes para él pero ya que está ahí para qué quitarlo; porque además no tenemos un duro", los responsables políticos de turno han ido escurriendo el bulto a golpe de tautología. Hasta que en octubre de 2012, el Ayuntamiento -ahora con el PP de Nieto en cabeza- anunció que planeaba un proyecto "vanguardista y novedoso" adornado con multitud de expresiones modernas como "arquitectura semiefímera" y que acababa hablando, por fin, de cafeterías o de bares, en un lenguaje que ya iba entendiendo mucho mejor el pueblo llano. Así que el vanguardista proyecto modernocultural -promovido por la anterior corporación municipal, cabe repetir- derivaba en la cesión de nuestro querido avión a una empresa que se encargaría de convertirlo en un nuevo espacio cordobés para el postureo. Una coplilla muy made in Córdoba. El nuevo proyecto estaría finiquitado en tres años de los que ya casi se han cumplido dos, y nada más que decir, señoría.
Esa historia es la última de la que he escuchado hablar en relación al bicho de Miraflores, aunque puede que haya más proyectos en marcha o que este se encuentre más avanzado de lo que parece a simple vista. Tal vez haya duendes trabajando dentro del DC7 ajenos al barullo que montan las parejas que van a morrearse bajo el mismo. Si usted, noble lector, sabe algo del asunto, le pido fervientemente que me lo comunique.
No obstante, y sabiendo que es naturaleza de todo cordobés de bien y orden ser pesimista y exagerado, he querido romper una lanza a favor de la gestión del avión yanocultural que, si bien está siendo lenta en cuanto a su objetivo final, está a su vez siendo certera en la consecución de objetivos a corto plazo, pues el avión sí que está sirviendo, de hecho, para muchas cosas.
Aquí la lista de cosas para las que el avión está sirviendo:
Aquí la lista de cosas para las que el avión está sirviendo:
1. Dar sombra
2. Desconcertar a turistas
5. Recordarnos todos los días que perdimos la Capitalidad
Y por último pero no por ello menos importante,
6. Se ha convertido en un bucólico mirador desde el que atender al proceso de descomposición que sigue, sin prisa pero sin pausa, el vacuo Espacio Andaluz de Creación Contemporánea, antes Centro Cordobés de Creación Contemporánea (C4), situado en la orilla opuesta del río.
6. Se ha convertido en un bucólico mirador desde el que atender al proceso de descomposición que sigue, sin prisa pero sin pausa, el vacuo Espacio Andaluz de Creación Contemporánea, antes Centro Cordobés de Creación Contemporánea (C4), situado en la orilla opuesta del río.
Es una bella metáfora en la que las dos instituciones que deberían velar por la buena salud de la vida cultural en la ciudad (al menos de los proyectos prometidos, los iniciados, los publicitados), la Junta de Andalucía -en el caso del C4- y los Ayuntamientos -en el caso del avión; el de Ocaña por jugar al cuento de la lechera y el de Nieto por no buscar soluciones-, se miran a los ojos como retándose, como diciendo "venga, campeones, a ver si podéis hacerlo peor que nosotros".
Ay, mi ciudad.